Un producto delicioso y un diseño muy original. Así son las conservas portuguesas

Latas de pulpo diseñadas por el diseñador Luis Mendonça para Conservas José Gourmet

Los diseños de las latas del país luso son casi tan importantes como los productos que esconden en su interior

En las calles de Oporto, Coimbra o Lisboa es muy fácil encontrar tiendas en las que las sardinas son las protagonistas. Las sardinas decorativas son de todos los tamaños y materiales, y un souvenir presente casi en todos sitios. Pero, además de las decorativas, también están las comestibles, claro. El laterío es típico de Portugal y sus diseños no pasan desapercibidos. Este delicioso pescado pasó de ser una comida más bien ignorada y de segunda categoría a convertirse en un imprescindible en el mundo de las conservas, y lo mismo ocurrió con los dibujos y colores llamativos que adornan sus latas: un claro homenaje a lo que guardan dentro.

Si hacemos un repaso breve a la historia de las conservas, nos iremos a Francia, a principios del siglo XIX. Nicolás Appert, después de 14 años de episodios de ensayo y error, consiguió en 1810 cerrar herméticamente botellas de vidrio. Primero metía dentro los alimentos, cerraba las botellas con corcho, las sellaba con lacre o cera y luego las calentaba un buen rato en agua hirviendo. Él no lo sabía, pero así es como conseguía mantener a raya a los microorganismos que deterioraban la comida que guardaba en cada botella. Pocos años después Philippe de Girard, también francés, sustituyó las botellas por recipientes de hojalata. Así nacían las conservas en lata.

Sardinas en lata de la conservera Porthos

Su popularidad no tardó en extenderse por la facilidad de conservar todo tipo de alimentos durante mucho tiempo. Al principio, en países como Reino Unido solamente las consumían los soldados enfermos de la armada británica. Lo mismo pasaba en países como España o Portugal, donde las conservas se veían más bien como comida de segunda categoría por debajo del producto fresco. Por suerte para nosotros, en el siglo XX muchas conserveras se dieron cuenta del sabor, textura y propiedades de las conservas, particularmente de las de pescado. En un país como Portugal, con tantos kilómetros de costa y donde la pesca es esencial, no podía faltar la cultura latera.

Las sardinas son las verdaderas protagonistas de las conservas portuguesas a pesar de que, como nos pasó en España con las anchoas, al principio no tenían la mejor fama. En ciudades como Lisboa es tradicional tomarlas asadas y a finales del siglo XIX Rafael Bordalo Pinheiro, ilustrador, caricaturista y escultor, ideó la primera sardina decorativa. Desde entonces son muchos los artistas que han fabricado o dibujado sardinas y se volvieron un símbolo de Lisboa, pero también cobraron importancia en otras ciudades.

Las primeras conserveras portuguesas surgieron también a finales del siglo XIX y la más antigua de ellas es Ramirez, que abrió las puertas de su fábrica en 1853. Conforme la cultura latera se iba asentando y las sardinas decorativas se fueron haciendo un símbolo de cultura pop en el país luso, las conserveras empezaron a llenar sus latas de diseños coloristas llenos de caricaturas, ilustraciones y todo tipo de reclamos. El sector necesitaba un impulso para convertir sus delicias en el producto que son hoy de cara al consumidor de a pie. Desde las tiendas portuguesas en las que se pueden comprar latas con nuestro año de nacimiento o acontecimientos históricos desde el año 1916 hasta latas vintage pasando por otras que parecen lingotes de oro, la creatividad manda.

Anguilas ahumadas de la conservera Comur

Si hablamos de sabores, el laterío portugués es casi tan variado como los diseños de sus recipientes metálicos. Los patés y mousses de pescado son tan apreciados como los productos del mar, pero las sardinas en salsa picante, de tomate o con limón y tantas otras variantes son las que han tomado mayor protagonismo. Es tanta la popularidad que han ganado que desde el año 2017 está prohibido sacarlas del país, al menos no desde los aeropuertos. No es de extrañar, algunas latas da casi pena abrirlas… Son prácticamente artículos de colección.

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