Ficolumé, conservas marineras desde el corazón de Isla Cristina

Selección de productos de Ficolumé.

Una conservera que lleva preservando lo mejor del atlántico onubense desde 1942.

La costa andaluza marca el final de la Península Ibérica y es también la confluencia del Mar Mediterráneo y del Océano Atlántico. Por su historia, y por la influencia de varias culturas que han surcado sus aguas y habitado su tierra, Andalucía es una comunidad llena de contrastes. Huelva limita con Portugal y está completamente abierta a las aguas frescas del Atlántico, hábitat natural de muchas especies marinas. Estas aguas han conformado una tradición marinera y conservera que se ve claramente en proyectos como Ficolumé, en los que cada relevo generacional lleva consigo todo el saber del mar de sus predecesores. Y eso se nota en cada lata.

Una tabla con los productos exquisitos de Ficolumé.

Esta es la historia de dos salazoneros de Isla Cristina (Huelva), Fidel Columé García y Manuel Hernández Rubio. Los dos empezaron en el mundo de la conserva de las delicias del Atlántico en los años cuarenta y transmitieron todo lo que sabían de padres a hijos. En los cincuenta, uno de los miembros de esta saga familiar, Fidel Columé Millán, partió a Barbate a faenar en la salazón cuando las sardinillas escasearon durante una época en Isla Cristina.

Una trabajadora de la conservera examinando uno a uno cada pescado.

A su vuelta formó parte durante muchos años, hasta finales de los ochenta, de la Unión de Salazoneros Isleños. Con todo lo que aprendió en su tierra, en Barbate y en la Unión, continuó con varios negocios en solitario: desde armador de barcos de pesca de cerco de bajura hasta socio de una almadraba, pasando por la explotación de la sal marina. Fidel emprendió varios negocios, pero siempre en Isla Cristina cerca del mar.

Cuando sus hijos se incorporaron al negocio de la salazón, constituyeron Pescatún Isleña, que comercializa sus productos más selectos y exquisitos bajo el nombre de la marca Ficolumé. Es la tercera generación de una familia que ha crecido a la orilla del mar, siempre en contacto con las cajas llenas de sardinas y de pescados exquisitos del Atlántico. Una trayectoria de más de 25 años, que hoy ya cuenta con su cuarto relevo generacional.

Manipulación exclusivamente manual de la mojama por un trabajador de las instalaciones de Ficolumé.

La modernización de algunas de sus instalaciones nunca ha restado al trabajo conservero su esencia más artesanal: hay procesos tradicionales que una máquina no puede realizar. El mimo y cariño en la selección del mejor pescado del Atlántico, la manipulación manual, la salazón y el secado artesanal de algunas de sus piezas… Hay cosas que nunca cambian, aunque pasen los años, y en Ficolumé siguen manteniendo el espíritu de sus fundadores y muchos de sus métodos de siempre.

Hueva cocida de bacalao, un auténtico manjar.

Pero, aunque la historia de la familia Ficolumé empezó con dos salazoneros, no es la única referencia con la que cuenta la conservera onubense. Productos derivados del bacalao, sardinas en aceite, huevas, mojama, atún claro… Son algunas de sus riquísimas conservas directas desde el Atlántico de Huelva, que elaboran los cientos de trabajadores de sus instalaciones. Verdaderos tesoros del mar, típicos de la costa occidental andaluza.

Latas de atún claro de Ficolumé.

Uno de los objetivos de Ficolumé es mostrar la diversidad y riqueza de la cocina isleña y de uno de sus mayores estandartes: el atún. La gastronomía de Isla Cristina, por su tradición marinera, cuenta con muchos platos en los que el atún es el rey y el verdadero protagonista. Igual que Ficolumé, que cuenta con varias conservas en las que el atún se elabora de diferentes formas para obtener productos que puedan disfrutarse en momentos y recetas diferentes.

Lata de sardinillas en aceite de oliva.

La pasión por el mar que se transmite de generación en generación se nota perfectamente en el resultado final de sus conservas. La sabiduría marinera combinada con los métodos de siempre para preservar cada pieza es todo un arte. Pero cuando en una familia todos los negocios y aprendizajes han estado siempre vinculados a las aguas del océano, es normal que cada paso del proceso se cuide con muchísimo mimo y se exprese al abrir cada lata: un viaje en el tiempo y hacia el mar de Isla Cristina.

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